Comentario
Etienne ha caracterizado de ambigüedad a la figura y al comportamiento político del primer emperador. Al final de su gobierno, en el cursus honorum, Augusto, además de la mención a los consulados desempeñados, se presenta con otros títulos: Imperator, Caesar, Augustus, dotado de la tribunicia potestas, Pontifex Maximus y Pater Patriae. Como no tuvo todos esos títulos durante el largo periodo de su gobierno, sino que fue recibiendo algunos de ellos en épocas avanzadas del mismo, parece claro que no todos constituían la base de su poder por más que la reforzaran.
Los dos años que siguieron a la toma de Egipto ofrecieron nuevos motivos para ensalzar la figura de Octaviano. El 29 a.C. celebró el triple triunfo sobre Accio, sobre Alejandría y sobre Dalmacia; el 28 a.C. se celebraron nuevos triunfos obtenidos por sus generales en éxitos militares de campañas que tuvieron lugar en Hispania y en Africa. Ante las nuevas condiciones militares, procedió a reorganizar el ejército haciéndolo más fiel a su persona y disminuyendo los efectivos. Y el 28 a.C., en la realización del censo, tuvo la ocasión de confeccionar unas listas de senadores a su medida. Su autoridad fue reconocida cuando el Senado le dio el título de Princeps Senatus, el personaje más importante y respetable del Senado.
En enero del 27 a.C., Octaviano hizo su gran representación teatral política: renunciaba a todos los poderes excepcionales para que se restaurara de nuevo la República. El nuevo Senado, nada interesado en volver a los viejos tiempos, tomó dos decisiones fundamentales: el 13 de enero concedía a Octaviano un imperium maius, que le facultaba para ejercer el mando supremo sobre todo el ejército además de situarlo como un personaje dotado del carisma de todo imperator, y el 16 del mismo mes concedía a Octaviano el título de Augustus, nombre derivado del lenguaje religioso, con el que se hacía un reconocimiento expreso a su autoridad. Con ese título sería conocido por la posteridad.
Así, su autoridad quedó reforzada con el doble titulo de Princeps y de Augustus. Se trataba de títulos sin competencias precisas que fueron siendo llenados de significación con el ejercicio de su poder. El imperium maius que reforzaba de hecho su auctoritas ponía en sus manos todo el poder militar. Además, para salvaguardar las formas republicanas, Augusto siguió desempeñando el consulado.
Las decisiones senatoriales de ese mes de enero contemplaban también un reparto del Imperio en dos tipos de provincias: las primeras conquistadas y más romanizadas, que seguían bajo la administración del Senado, frente a las últimamente anexionadas y no bien pacificadas, que pasaban a depender directamente del emperador. Hoy sabemos que, en tal decisión, también entraron en juego otro tipo de intereses como el que la riqueza minera de algunas provincias fuera un factor que contribuyera a hacer de ellas provincias imperiales. Con tal división, Augusto estaba en condiciones de crear una completa administración propia en las provincias que estaban bajo su mandato; así se consolidó una práctica en el nombramiento de los responsables de los gobiernos de las provincias imperiales como un nuevo sistema fiscal con estructura independiente de la tradicional del Senado.
El año 23 a.C., coincidiendo con una grave enfermedad de Augusto, se descubrió una conjura política contra el Emperador. Reprimida la conjura, Augusto renunció al consulado que venía desempeñando sin interrupción desde el 29 a.C., como prueba del deseo de respetar la tradición republicana de sucesión en las magistraturas. Más aún, para permitir que muchos senadores accedieran al consulado, se crearon los consules suffecti que permanecían en el gobierno sólo unos meses; tal medida disminuía a la vez el poder de los mismos cónsules. En compensación, el Senado le concedió la tribunicia potestas que mantendría hasta su muerte. Tal distinción concedía a Augusto una autoridad análoga a la de los tribunos de plebe de época republicana, sin ser sometido a la periodicidad del nombramiento anual ni al veto de otro colega. Desde tal posición, Augusto disponía aún de mayor autoridad moral sobre el Senado así como de la responsabilidad de velar por los intereses del pueblo. Cuando en el año 12 a.C. el Senado le dio el título de responsable de las leyes y costumbres, curator legum et morum, su lucha en favor del saneamiento de las costumbres y su defensa de la dignidad de los órdenes y de la ciudadanía sería mucho más abierta y militante.
La marginación militar y política de Lépido durante el II Triunvirato había sido compensada con el encargo de ser la máxima autoridad en la jerarquía sacerdotal al desempeñar el Pontificado Máximo, Pontifex Maximus, cargo que ocupó hasta su muerte en el año 12 a.C. En su lugar fue nombrado Augusto, quien también mantuvo el cargo vitaliciamente para ser transmitido después a todos los emperadores sucesivos. Augusto había ya tomado medidas de apoyo a la religión tradicional romana, pero desde el 12 a.C. estuvo en condiciones de intervenir de modo más directo en la política y la propaganda religiosa del Imperio.
El año 2 a.C., en reconocimiento a su comportamiento benefactor con la plebe de Roma y por sus múltiples intervenciones como patrono de la sociedad romana, recibió el título de Padre de la Patria, Pater Patriae, nombramiento que sólo excepcionalmente se había concedido a algunos personajes muy significados de la República. Tal título lo recibirían después otros muchos emperadores.
De este modo, bajo las apariencias republicanas, se creó un nuevo sistema de gobierno que Mommsen y otro autores lo calificaron de diarquía atendiendo al reparto de funciones administrativas encomendadas al Senado o al Emperador. Tal caracterización no es aceptada por la historiografía reciente al comprobar que el poder político real estaba en manos de uno solo, el emperador, en virtud de su imperium maius y de la auctoritas derivada de la tribunicia potestas y secundariamente de los otros títulos concedidos al emperador. El Senado quedó reducido a un órgano de apoyo de ese poder político.